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Acabemos con la cultura corporativa del ego

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Más o menos desde que el mundo es mundo, la motivación humana se ha basado en el sencillo mecanismo del premio-castigo. Y hoy, cuando estamos agotando la tercera década del siglo XXI, las empresas –prácticamente todas ellas, de las más tradicionales a las más punteras– siguen recurriendo a este método para aupar y derrocar a sus recursos humanos. Empecemos por la parte más amable de la ecuación: el premio. Es muy bonito llegar a una compañía y a base de esfuerzo, talento y carisma acabar siendo un puntal, un referente, un verdadero héroe. ¿Para tus compañeros? Con suerte. ¿Para tus jefes? Con más suerte todavía. Porque ser bueno en tu trabajo no lo es todo. También tienes que ser una persona de confianza, con lo que eso conlleva. Tienes que competir por ser el más colaborativo, capaz e incansable de todos los que aspiran a llegar a algo dentro de la compañía, y si por fin logras dejarlos atrás, obtendrás tu premio. A veces es un ascenso que ni siquiera viene acompañado de una subi