Go digital, young man, go digital!




Hay algo que impulsa a los seres humanos a explorar nuevos territorios, preferiblemente si están lejos y llenos de peligros. 

Desde las indias occidentales del Renacimiento hasta el Far West del siglo XIX, arriesgar el pellejo en busca de nuevos horizontes siempre ha sido un deporte para gente joven y flamenca. ¿Amor al riesgo, fatalismo de la especie, fiebre del oro? De todo un poco, pero más bien lo tercero.

Allá donde exista una oportunidad de llenar las alforjas, se lanzan los aventureros de todas las épocas, y los habitantes de este primer cuarto del siglo XXI no íbamos a ser menos. Porque somos muy conscientes de que un territorio inmenso se abre ante nuestros ojos, y que apenas hemos empezado a explorarlo. Además, sabemos que muchos de los pioneros de nuestro Eldorado se han hecho millonarios antes de los treinta años. Solo hace falta un idea original, cierta capacidad tecnológica y... yiiiiiiiiiha!!!

¿Y qué ocurre? Lo mismo que en la Fiebre del Oro: que por cada minero rico que puede volver a su pueblo y jubilarse, hay un millón de valientes que se tienen que conformar con ganarse la vida en el nuevo territorio. Ésos son los verdaderos pioneros, los precursores del nuevo mundo. Porque... ¿quién ha contribuido más a la realidad que estamos viviendo, Zack Zuckerberg o el agricultor que aprendió a vender sus productos online para poder sobrevivir? 

Los profesionales que han hecho posible la transformación digital son esa legión silenciosa que dedican sus días a picar código, a prototipar plataformas, a mantener la web de su empresa, a crear y testar campañas, a investigar, a analizar datos, a desarrollar nuevos modelos de negocio... en definitiva, a intentar que ni ellos ni sus compañías acaben llegando al “lejano oeste” después que los usuarios.

Y ahora diréis, ¿por qué este idiota me está contado cosas que ya sé? 

Pues porque ayer mismo cometí la imprudencia de cumplir 46 años, y hace 5 meses que dejé atrás década y media de publicidad offline para convertirme en el aprendiz de personas que tienen veinte años menos que yo. Podría haberme quedado en territorio conocido y civilizado, haciendo que mi futuro siguiera dependiendo del palmarés de los festivales, pero he preferido que mi futuro dependa del Futuro.

Sé que el cambio me va a seguir costando un triunfo, que tengo muchísimo que aprender, que la frase que antes me servía para articular una campaña entera, ahora apenas me da para el asunto de un email; que los creativos ya no somos las estrellas de las que depende el futuro de las marcas.

Pero sobre todo, sé que lo más seguro será que me muera sin haber encontrado una pepita de oro. Sinceramente, me da igual. Eso se lo dejo a los jóvenes. Yo me conformo con irme al otro barrio sabiendo que he sido un hombre de mi tiempo.

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